martes, 19 de octubre de 2010

Un golpe de suerte. Historia de Erleen.

3.

Siete de la mañana, mi despertador suena y a trompicones consigo pararlo. No sé porqué pero la cabeza me daba vueltas, será de la resaca de no haber dormido mucho. Tal y como hice el día anterior, me dirigí al baño y luego a la cocina y para mi sorpresa algo había ahí. En la pequeña barra americana había una bandeja con un buen desayuno: bollería, tostadas, mantequilla, mermelada y un tazón de leche. Pero no era todo, también había una nota que tenía puesto mi nombre: Erleen, me he tomado la molestia de hacerme con las llaves de tu casa para darte esta sorpresa y así que no te tuvieras que estar esforzando para saber qué desayunabas hoy. Dado que tu cocina estaba vacía también me he tomado la molestia de comprarte algunas cosas más que pueden ayudarte a reponer fuerzas y a desayunar bien, porque recuerda: “El desayuno, es la comida más importante del día”. Ah, por cierto, no te preparé nada, porque no sabía como te tomabas la leche. Sí es que tomas leche. No todo podía ser tan fácil, ¿eh?
PD: ¡Buenos días, enana!

Adam.

Estaba que no salía de mi asombro. ¿Por qué se habrá molestado tanto? No debería de haberlo hecho. Hoy cuando le vea se lo digo. Mientras sigo con esos pensamientos y casi por inercia me voy tomando todo ese desayuno. Y continúo con el ritual, me voy al cuarto y decido qué me pongo. Hoy creo que voy bien con este conjunto, sí. Me maquillo, me cepillo los dientes. Cojo mi bolso y mi carpeta y me dirijo hasta la puerta, y para mi sorpresa ahí estaba él.

- ¡Buenos días! ¡Vaya, estás guapísima! Bueno… no es que ayer no lo estuvieras… pero es que… - Dijo intentando salvar la situación.
- Tranquilo, sé lo que quieres decir. Además, sí, ayer cogí lo primero que vi, no tenía muchas ganas de esmerarme mucho con mi atuendo. Hoy, sin embargo, me he levantado más positiva, como con más ganas. – Contesté con una sonrisa en los labios.
- Eso va a ser el súper desayuno. ¿Cuánto hará que no desayunas bien? – Hizo una pregunta retórica.
- Concretamente, comer bien, sea cual sea la comida, no lo hago desde hará un mes, pero eso es una historia que quiero dejar aparcada. ¿Qué? ¿Te apuntas otra vez conmigo en el coche hasta el hospital? – Pregunté mientras le guiñaba el ojo.
- ¡Claro, eso no se pregunta!

Y nos dirigimos a comenzar nuestra jornada. Sin embargo, hoy fue diferente, se me pasó más rápida. La compañía de Adam ya no me provocaba escalofríos ni rubor. No sé qué me habría pasado el día anterior. Sin duda, era una estúpida. Y llegó el final de la jornada, que como ya dije, se me pasó volando. Entonces la gran pregunta:

- ¿Te apetece que vayamos a cenar fuera?
- ¿Tú y yo? – Pregunté.
- Emmm… sí, creo que el enanito verde que tienes a tu lado todavía no le va eso de comer con gente más alta que él y, sobretodo, con alguien tan guapa como tú. – Dijo entre risas. – No, ahora enserio. Sí, te invito a cenar donde tú quieras.
- Vamos a cenar, pero nada de que me vas a invitar, vamos a medias. – Refunfuñé.
- Bueno, ya se verá.

Y no me dio tiempo de replicar puesto que me cogió del brazo y echó a correr hasta el coche. Era algo tan raro, hasta el momento jamás me había sentido así. Jamás había sentido como el viento alborotaba mi pelo mientras corría hasta mi coche para, después, ir a cenar con, prácticamente, un desconocido. Elegimos un sitio que no era muy caro, pero en el que se comía muy bien. Y parece mentira que otra vez estemos hablando y que otra vez nos estemos contando todo. Y comenzó a clarear cuando decidimos volver a casa. Afortunadamente, era sábado: hoy no había prácticas. Tras el mismo ritual de ayer, aparcar el coche, llegar hasta nuestro edificio, subir las escaleras, pararnos en mi puerta y despedirnos cerré la puerta a mi paso. Ya estaba en casa otra vez y sentía como las paredes ya no menguaban como otras veces, más bien estaban como siempre. Un poco cansada y aturdida por el sueño, tanteé la cama y me escurrí entre las sábanas y de repente: ¡Bip, bip! Mi móvil… ¿Quién será tan temprano? “Mensaje nuevo”: Gracias por este día estupendo. Gracias por esa cena maravillosa. Gracias por dejarme abrirme a ti. Gracias por abrirte tú a mí. ¡“Buenas noches”, enana!
Otra vez, Adam y sus sorpresas. Y el corazón me dio otro vuelco y no me lo puedo creer. ¿Qué me está pasando? Y con esa pregunta, caí rendida en la cama.


Continuará...

viernes, 15 de octubre de 2010

Un golpe de suerte. Historia de Adam.

2.

Genial! ¡Macarrones con salsa de atún! Pero... Dios, mi madre había hecho comida para una orda de orcos, yo sólo no iba a poder con tanto arte culinario. Espera un momento, pensé, y si... No no no. ¿Voy? ¡No! ¿Voy? ¡VALE! Con el corazón a mil por hora salí de mi piso cerrando la puerta de un portazo. En seguida me planté sobre su felpudo de Ikea y toqué el timbre, justo cuando lo toqué empecé a comerme la cabeza; ¿Y si piensa que soy un pesado? ¿y si cree que estoy tirándole los trastos? ¿y si no le gustan los macarrones con atún? Miles de dudas asaltaron mi mente pero al cabo de unos segundos ella estaba abriendo la puerta.
Estaba en pijama, con la camiseta doblada hacia arriba, el pelo recogido y con las zapatillas de dormir.


-Perdona, es que resulta que mi madre me trajo comida, y la verdad es que hay tanta que yo solo no puedo comérmela antes de que se pueda caducar. ¿Ya has cenado? – pregunté con entusiasmo.

- Pues la verdad que no.-Noté como se le sonrojaba , ¡los macarrones de mi madre hacen milagros!- Será un placer ayudarte a comerte esa comida. Mi cocina parece arrasada por una horda de orcos porque no hay nada. -Esto es un dejavú de esos raros o tenemos una sincronización perfecta, a ella le falta y yo tengo exactamente de lo mismo.- Es que hace un tiempo que no he ido a comprar y no me queda mucho la verdad… - Dijo mientras se le iluminaba la cara de nuevo

- Bueno, pues mejor para los dos. Yo te alimento y tú me ayudas. – Contesté vacilando.

- Sí, algo así. Formamos una especie de simbiosis. Uno hace algo por el otro que es igual de satisfactorio que al revés. Pasa. Si quieres podemos cenar aquí. – En ese instante quedé petrificado, ¡me había invitado a cenar a su casa!

- Muchísimas gracias, pero… ¿te funcionará todavía la cocina? Como la has tenido aparcada pues… quizás esté rota.- Vacilé aún más intentando picarla.

- Ja…ja…ja… ¡Qué gracioso eres! – Contestó sonriente.

- Por lo menos te he sacado una sonrisa. –Volvió a esbozar otra sonrisa y con las mismas dije:

- ¿Ves? Y ahí hay otra.
 
Sinceramente, pensé que la cena iba a ser más coñazo en el sentido de que como prácticamente nos conocíamos de un par de horas pues quizás nos costaría entablar conversación, pero no, no fue así, teníamos una conexción realmente alucinante. Hablábamos de cualquier tema, sin ningún tipo de reparo. La verdad es que fue un placer escucharla, siempre aprendo mucho de la gente y sin duda de ella es de la persona de la que más he aprendido. Me contó incluso un tema muy fresco, algo relacionado con un tal James, francamente fue un cerdo con ella, aunque no todo era malo, o más bien, no todo lo interpretaba como malo, esto es, cuando ella estaba soltándo todo, sentía como el impulso de cubrirla, de besarla y callar todos sus problemas, de rodearla con mis brazos y protegerla ante cualquier mal, de..STOP! Para, vuelve a centrarte...No pude, en ese mismo instante la vi llorar y... Solo pude acercarme, y ofrecerle mi hombro. ¿Un secretito? Yo también lloré, pero nunca se dió cuenta, supe disimularlo.
Finalmente, acabamos la conversación entre risas y carjacadas y de repente... ¡Oh dios mio, si son las 2 de la madrugada!

-Erleen, he de irme, nos vemos mañana, me llevo el tupper y no friegues que mañana vengo y lo limpio en un santiamén- Le dije.

-Anda, no seas tonto que esto lo recojo yo. Que descanses y no te olvides que mañana hay que salir temprano, te espero en el portal. ¡Buenas noches!

Me despedí con un ¡Chócala! y... me estuve arrepintiendo toda la noche... Quería los 2 besos y el abrazo... Idiota de mí.

Subiendo las escaleras echo mano al bolsillo y... ¿Las llaves?...¡LAS LLAVES! Se me habían quedado en casa por salir pitando, cada día estoy peor. Pues nada, a escalar por el patio del vecino del 2º. Espero que no me vea nadie porque a estas horas... Cualquiera me confunde con un caco.
Tras una escalada ya "conocida" , un pie aquí, una mano allá, me agarro de esta cornisa y... ¡Voilá! Estaba ya arriba. Solte el recipiente y con las mismas me fui a acostar.

Buenas noches Erleen susurré.

Continuará...

martes, 14 de septiembre de 2010

Un golpe de suerte. Historia de Erleen.

2.

Pasaron las horas, intenté evitarle un poco para procurar que no me encendieran las mejillas cada vez que estaba cerca de él. Para que “no me descubriera”. Entonces, llegó la hora de marcharnos. Me despedí de nuestro tutor, coincidiendo que nos veríamos mañana para seguir las prácticas. Una vez en el mostrador me despedí de la mujer que dirigía aquello. Lo más seguro es que estuviera haciendo doble turno, llevaba ahí muchas horas. Entonces ya en la calle, oí que alguien me llamaba y fue cuando me giré para ver quién era esa persona. El corazón me latió a mil, las mejillas se encendieron más rápido que de costumbre y se me paró la respiración. ¿Y todo esto es por… él?

- ¡Ains, perdona por haberte interrumpido! – Contestó.
- No te preocupes. No hacía nada, tan sólo salía del hospital. – Dije entre risas. Entonces noté como era él el que se ponía algo rojo.
- Ya, también es verdad – Continúo con las risas que yo había iniciado.
- ¿Vas en coche? – Pregunté.
- No, que va. No tengo coche. Iré en metro de la misma forma que vine esta mañana. No es lo más cómodo, pero es bastante rápido. ¿Y tú? – Quiso saber. En sus ojos se veía una chispa que no logré entender qué significaba.
- Pues yo voy en coche. Lo traje esta mañana. ¿Quieres que te lleve? Vivimos en la misma casa – Y tan rápido como lo dije lo corregí. – Bueno, quiero decir, en el mismo edificio. – Sonreí para evitar que se notara mi error.
- Hombre, no quiero molestarte, pero si me hicieras ese favor, te lo agradecería mucho. – Consiguió decir.
- ¡Hecho! Lo tengo por ahí. – Le indiqué con el dedo.

Media hora tardamos desde el hospital hasta casa. Sin mucha prisa, hablando de cosas poco importantes: del choque de esta mañana, de lo “tarde” que llegaba, de la casualidad que fuéramos compañeros, de que no le había visto antes… Media hora intentando conocer más de él, intentando ver cómo era su interior. Aunque me temo que eso no es algo tan fácil de averiguar. No sé porqué, lo noto muy reservado. Alguien que no cuenta las cosas a todos y mucho menos tan a la ligera. Yo, por el contrario, comencé a contarle un poco de mi vida y de qué había hecho y poco a poco conseguí que él me contara un poco más, pero sin llegar a algo sustancioso. Y de la misma forma que fue corto también fue intenso y ya nos encontrábamos en nuestro edificio. Subimos los dos por la escalera, algo extraño porque la mayoría de los inquilinos del bloque prefería el ascensor para cansarse menos. Muy caballeroso me acompañó hasta la puerta de mi piso y nos despedimos con dos besos.

Entré en lo que había sido “mi nido de amor” y parecía que las paredes me iban consumiendo lentamente, pero no, no podía venirme abajo, tenía que ser fuerte, tenía que afrontar lo que había pasado y superarme y crecer. Además, ahora que comenzaba con las prácticas tendría mucho tiempo ocupada la mente para no pensar en él. James… Me dirigí a mi cuarto, me descalcé las zapatillas, cogí el pijama y me dirigí a la ducha. Sí, eso era lo que necesitaba, una larga ducha fría. Una vez congelados mis pensamientos me dirigí hasta la cocina, en busca de algo que poder preparar para la cena. ¡Oh, no! No había nada ni en los armarios, ni en la nevera. ¡Se me había olvidado por completo hacer la compra! Y otra vez como si de mi ángel de la guarda se tratara, mi salvación: el timbre. Fui a abrir con lo puesto, sin percatarme de que llevaba. Y ahí estaba él con un tupper entre las manos:

- Perdona, es que resulta que mi madre me trajo comida, y la verdad es que hay tanta que yo solo no puedo comérmela antes de que se pueda caducar. ¿Ya has cenado? – Preguntó con curiosidad.
- Pues la verdad que no. Será un placer ayudarte a comerte esa comida. Mi cocina parece arrasada por una horda de orcos porque no hay nada. Es que hace un tiempo que no he ido a comprar y no me queda mucho la verdad… - Dije algo sonrojada.

- Bueno, pues mejor para los dos. Yo te alimento y tú me ayudas. – Contestó entre risas.
- Sí, algo así. Formamos una especie de simbiosis. Uno hace algo por el otro que es igual de satisfactorio que al revés. Pasa. Si quieres podemos cenar aquí. – Le invité.
- Muchísimas gracias, pero… ¿te funcionará todavía la cocina? Como la has tenido aparcada pues… quizás esté rota.
- Ja…ja…ja… ¡Qué gracioso eres! – Dije.

- Por lo menos te he sacado una sonrisa. – Entonces no pude evitar volver a sonreír. - ¿Ves? Y ahí hay otra.

Y nos pasamos horas y horas hablando, conociéndonos un poco más. Contándonos cosas sin miedos, sin complejos, sin vergüenza. Como dos amigos que se conocen de toda la vida que no se ven desde hace un tiempo y se cuentan las novedades de su vida. Le conté lo que me había pasado con James, no sin derramar alguna que otra lágrima, pero no me sentí avergonzada por ello, al contrario, era como una pequeña descarga. Como si todo lo que tenía dentro lo fuera echando poco a poco, como si me vaciara por dentro, sacando todo mi dolor. Y se nos hizo tarde y nos tuvimos que despedir para reencontrarnos al día siguiente.

Continuará...

domingo, 12 de septiembre de 2010

Un golpe de suerte. Historia de Adam.

1.

Un día más estoy tumbado en la cama sin dormir. Es la hora. He de levantarme, hoy empiezo las prácticas en un hospital como revisor industrial, cinco minutitos más...

 Miro la hora de nuevo... ¡Mierda! ¡Me he dormirdo! Llego tarde. Me levanto a toda prisa y mientras me visto a trompicones por el pasillo con las primeras prendas que encuentro voy devorando una de esas enormes magalenas del Mercadona. Salgo a toda prisa peinándome con la mano, llego al portal y echo mano al bolsillo para coger el móvil y llamar al hospital diciendo que hay un atas¡Joder! ¡El móvil! Subo los escalones de dos en dos, de cuatro en cuatro y... ¡Zasca! Sin querer he golpeado a una persona. Anda, si es la vecina del segundo. De repente no pensé en nada, se creó un intervalo silencioso un tanto molesto en el que ninguno pudimos articular palabra ¿Por qué soy tan patoso Señor?

-¡Uy! Perdona, no me había fijado en que subías, iba como una moto pensando en mis cosas.- Fueron las primeras palabras que consiguió balbucear. Pude entenderle a partir de "iba como una moto..." el resto lo reconstuí intuitivamente mientras continuaba la conversación.
-No pasa nada, me llamo Adam.-Me presenté.- Soy tu vecino, el del tercero B. Encantado de conocerte.
-¡Hola! Yo me llamo...No la dejé terminar. -¡Erleen! -¿Cómo te sabes mi nombre? -Preguntó. Por la expresión de su cara quedó extrañada porque parecía que nunca me había visto antes.
-Sí, lo pone en tu carpeta - La verdad es que siempre me fijo en todo y en esta ocasión fui bastante astuto.-¡Ah, sí! Es verdad, no me había dado cuenta de que lo tenía puesto. Eh, lo siento Adam, pero tengo mucha prisa.- Me dijo nerviosa.
-No te preocupes, ya nos veremos más veces por aquí.- Le prometí.
-¡Claro que sí!- Afirmó efusiva ¿Será un indicio de...? Náh - Encantada de conocerte.

Me quedé como un tonto viendo como salía escaleras abajo y de repente... ¡El móvil! Fuí a por el y salí lo más rápido que pude. Atravesé el portal y corrí hacia la boca del metro. ¡Cachis la mar! Llegando yo y saliendo uno, bueno esperaré al próximo, total, diez minutos más, ya llego tarde igualmente. Me puse los cascos del mp4 y empecé a escuchar música, estaba aburrido de mi biblioteca musical y conecté la radio. Escuchemos los 40, es música comercial pero me entretendrá... No podía sacarme a esa chica de la cabeza, es tan guapa, su cara es increíblemente preciosa, con ojos atigrados con y tez blanca y suave. Increíble ...
 -¡La cantante Erleen Perry actuará en Madrid!- Mierda de noticias, ¡que quiero sacarme a la chica de la cabeza, no atontarme con ella! Inmediatamente volví a mi biblioteca y puse esa cancion de Evanescence que tanto me relaja " My Inmortal". Llega el tren del otro andén, como es costumbre, me fijo en la gente que viaja dentro, ¿Dónde irán?¿Qué irán a hacer? Mira, ya se va y yo aún esperando. Sin querer me fijo en un anuncio de Emporio Armani en el que solo se pueden leer las siglas E A. Irremediablemente las relaciono con lo sucedido Erleen, Adam... No no no, eso no puede suceder, por lo visto es mayor que yo y creo que hasta tiene novio. El viaje se me hizo interminable pero al cabo de unos extensos cuarenta minutos llegué a mi parada, corro hacia el edificio principal del hospital y localizo el puesto de información. Allí está una mujer atendiendo al teléfono.

- Muy buenos días, vengo a empezar las prácticas con el Doctor Alexander, ¿podría indicarme donde se encuentra?
- Buenos días. Por supuesto, primera planta última puerta a la izquierda. Ya le está esperando allí el doctor con su compañera.
- Muy bien gracias.- Contesté agradecido.
¿Compañera? Nadie me había hablado de eso. No me costó encontrar la consulta. Me planté ante la puerta, respiré con fuerza y allá voy, toqué en la puerta.-¡Buenos días! Disculpe, creo que llego con dos minutos o tres de retraso, tenía el reloj un poco atrasado con esto del cambio de la hora y se me había despistado del todo. Mi nombre es Adam y voy a ser su mano derecha. Soy el nuevo chico de prácticas. - Dije con tono convincente para que se diera cuenta de que era una persona con dos dedos de frente.
 ¡No me lo puedo creer! Si es Erleen, para más Inri tendré que compartir trabajo con ella... Me saludó con una sonrisa y un balanceo de su mano derecha.

- Buenos días, no se preocupe Adam, hoy no llevamos prisa, adelante tome asiento.
Atravesé el despacho con la garganta hecha un nudo.
-Esta es la señorita Erleen, está aquí haciendo las prácticas de medicina.
 Hice como si no la conociera para aprovechar y que me diera los dos besos, no sé porqué pero me siento un poco aprovechado.
- Encantado de nuevo. - Dije.
- Jeje... Lo mismo digo

En cierto modo, el transcurso del día fue más discreto de lo que me imaginaba, ya que pensé que tendríamos más encontronazos como el de esta mañana pero no, no sé si fue por desgracia o por fortuna pero ella me evitaba. Algo de lo que pude darme cuenta fue que cada vez que coincidíamos ella se sonrojaba, indicio de su timidéz, nada más.¿Nada más?... ¡Imposible!, no puedes gustarle. ¿Qué hago pensando estas tonterias? ¡Adam vuelve al trabajo!

 Bueno, fin del primer día. De repente la ví pasar apurada por delante del mostrador en el que esta mañana me habían indicado el camino. Atravesó la puerta y... -¡Erleen!- La llamé. Giró sobre sí misma bruscamente como buscando a quien le había llamado, viendo que no conseguía diferenciarme de entre la muchedumbre decidí acercarme y seguir con el encuentro.
 -¡Ains, perdona por haberte interrumpido!
-No te preocupes. No hacía nada, tan solo salía del hospital. - Dijo con una risa nerviosa. De repente, sin ser consciente noté cómo se me iban calentando las mejillas y empezaba a emanar un sudor frío. ¿Qué está pasando?
- Ya, tambien es verdad. - Contesté, esta vez era yo el de la risa nerviosa... Qué ocurrente mi comentario, ¿¡de verdad que soy genial en esto eh!?
 Los dos hicimos como un ademán de empezar a hablar, nos miramos, sonreímos y dejé que ella continuara.
-¿Vas en coche? -Me preguntó. ¿Que hago? Si le digo que sí... Puede que me vea en el metro y quedaré como un mentiroso pero si le digo que no puede que me diga de ir con ella y... ¡Dios que vergüenza!
-No, que va. No tengo coche. Iré en metro de la misma forma que vine esta mañana. No es lo más cómodo pero es bastante rápido. - Me sinceré. -¿ Y tú?
-Pues yo voy en coche. Lo traje esta mañana. ¿Quieres que te lleve? - ¡Lo sabía! Tierra trágame. -Vivimos en la misma casa. Bueno quiero decir, en el mismo edificio. - No pude evitar sonreír.
-Hombre, no me gustaría molestarte pero si me hicieras ese favor, te lo agradecería mucho. - Conseguí balbucear.
-¡Hecho! Lo tengo por ahí. - Contestó enérgicamente.

 Tardamos alrededor de treinta minutos, quizá treinta y cinco, en llegar. Sin lugar a dudas me equivocaba, pensé que sería peor pero noté como nos íbamos conociendo mucho más y bastante rápido por cierto. Coincidimos en muchísimas cosas; el estilo de música, de vestir, la comida,la fotografía, la lectura, entre otros muchos aspectos. Sinceramente, creo que me estoy replanteando esto de que me esté empezando a gustar... Es que es tan... Ideal, esa es la palabra.
 En el coche tocamos temas como por ejemplo cómo había sido nuestro paso por las universidades, qué marca de cámaras preferíamos, si Nikon o Canon (Nikonistas de sangre, algo más en lo que coincidimos) y mucha más parafernaria y bueno, nuestra conversación se extendió sin darnos cuenta de que ya habíamos llegado a nuestro edificio. Qué pena, me hubiera gustado ir y volver de nuevo al hospital solamente por seguir hablando con ella pero, qué se le va a hacer. Me bajé del coche y la esperé en el rellano, la acompañé hasta su puerta y rápidamente subí a mi casa. Entré, cerré la puerta y apoyé la espalda en ella mirando al techo. ¡Cómo me ha calado esa chica! ¡Es fenomenal! Miré al suelo y sonreí. Solté las llaves y el maletín en la mesilla de la entrada. Me dirigí hacia la cocina y encontré un "tupper" de mi madre con una notita que ponía:
 Cielo, te he hecho estos macarrones porque sabía que hoy estarías todo el día en el trabajo y no te daría tiempo de hacer la cena. Espero que lo disfrutes. Come mucho hijo, que debes hacerte un hombre de provecho.

Te Quiero mucho.
Mamá

Continuará.

Un golpe de suerte. Historia de Erleen.

1.

Un día más me despierto hecha un ovillo en la cama. Sin duda, este va a ser un día muy largo como todos los que he estado teniendo últimamente. Voy al baño, me miro al espejo, sin duda con esta cara no llegaré a un lado. Me la lavo en un intento de parecer más decente, me peino un poco el pelo con las manos y me dirijo hacía la cocina. Abro el armario cojo el Nesquik, y en el que está justo al lado, una taza. Abro la nevera, cojo la leche fría. Uno los dos ingredientes que tengo en ambas manos y de camino a mi cuarto voy revolviendo la taza para azucarlo un poco con la azúcar que le acabo de poner. Ya en mi cuarto me paro delante del armario. ¿Qué me apetece ponerme? Báh, esto mismo: vaqueros, camiseta y una sudadera de capucha. Preparo los últimos detalles en el bolso mientras apuro mi desayuno. Vuelvo al baño para maquillarme y de esa forma volver a intentar disimular mi cara de estampo. Me dirijo hacia la puerta de entrada en la que con un toque suave consigo cerrarla. Mirando el reloj y un poco más apurada de lo normal, porque llego tarde, corro escaleras abajo sin fijarme en nada más. De repente, ¡PUM! Colisión... - Dios, estás cosas solo pasan en las películas porque me tiene que tocar ahora cuando más tarde llego y justo a mí que no tengo ganas de nada. - Digo para mis pensamientos. Entonces le miro y me pierdo en su mirada por un instante, pero que, a la vez, es eterno. El tiempo se paró por un momento. ¿Y si no fuera tanta casualidad? ¿Y si el destino, a pesar de que no creo en él, lo ha hecho adrede?

- ¡Uy! Perdona, no me había fijado que subías, iba como una moto pensando en mis cosas - Conseguí decir entre balbuceos.
- No pasa nada. Me llamo Adam, soy tu vecino, el del tercero B. Encantado de conocerte. - Dijo con una amplia sonrisa.
- ¡Hola! Yo me llamo...
- ¡Erleen! - Contestó, casi dando un grito.
- ¿Cómo te sabes mi nombre? - Pregunté un poco extrañada. Era la primera vez que veía a ese chico por mi edificio y ¿ya se sabía mi nombre?
- Sí, lo pone en tu carpeta - Murmuró señalando a la carpeta que llevaba entre las manos.
- ¡Ah, sí! Es verdad, no me había dado cuenta que lo tenía puesto - Sonreí un poco sonrojada. Entonces algo me llamó la atención: el reloj. ¡LLEGO TARDE! - Eh, lo siento, Adam, pero tengo mucha prisa o llegaré tarde.
- No te preocupes, ya nos veremos más veces por aquí. - Prometió.
- ¡Claro que sí! - Afirmé. - Encantada de conocerte.
Salí corriendo por la puerta del portal. Fuera me estaba esperando, reluciente y brillante tal y como lo había dejado la noche anterior. Mi pequeño Volkswagen Beetle descapotable, color granate con asientos de cuero color crema estaba aparcado justo delante de casa. Arranqué lo más rápido posible y llegué al hospital.

- ¡Buenos días, soy la nueva! ¡Vengo a hacer las prácticas! - Dije a la mujer que se encontraba en el mostrador.
- ¡Muy bien! Usted es la señorita Erleen, ¿verdad? - Contestó con una amplia sonrisa.
- Sí, efectivamente esa soy yo. - Respondí de la misma forma.
- Pase por esa puerta y en la sala número 8 le atenderá su tutor. - Me indicó.

Allí me dirigía, entré en la puerta que me había señalado la mujer del mostrado y toqué un poco nerviosa. Una voz desde el interior de la habitación contestó: - ¿Sí? ¡Adelante! Nerviosa alcancé a abrir la puerta.

- ¡Buenos días! Soy la chica que está en prácticas. Me llamo Erleen, encantada de conocerle. – Dije decidida para causar buena impresión.
- Bienvenida al equipo señorita Erleen, mi nombre es Alexander. En seguida empezaremos las prácticas, pero estamos esperando a un compañero suyo que todavía no ha venido. Aunque es lógico, llega usted temprano.- ¿Temprano? ¿Ha dicho temprano? Pero ¿cómo? Si salí apurada de casa.
- Disculpe, ¿qué hora tiene usted? – Pregunté un poco asustada.
- Son las 8:45, señorita. – Contestó con una sonrisa. ¡Dios, se me había olvidado! ¡Anoche cambiaron la hora! Por un lado respiré aliviada, por otro tenía ganas de morirme, podía haberme quedado un poco más en la cama y puede que hubiera evitado el choque de esta mañana con ese chico.
Ese chico… Adam. Era extraño que jamás lo haya visto, puesto que es alguien en el que te fijarías a la primera. Es muy atractivo. Pelo larguito, castaño y con mechas rubias del sol. Piel morena. Alto y, además, fuerte. Tiene una espalda bastante ancha y unos brazos bastante grandes, puede que de ir al gimnasio o de alguna actividad que haga. Ojos achinados, oscuros, pero con pintitas más claras. Pero lo que más me llamó la atención en su cara fue ese lunar: el lunar que tiene justo debajo de la nariz. Sin duda, un sitio peculiar para un lunar, pero, a la vez, un lugar muy especial. Y mientras seguía pensando en ese misterioso chico, apareció por mi mente otra persona. James. Sin duda, ya había pasado un mes y lo seguía echando de menos. Una relación que duró poco, que fue corta pero intensa. Pero él se había ido, eso era lo único que tenía claro y desde entonces, todas las noches era una constante pesadilla, no paraba de despertarme a las tantas y no me dormía pasadas las horas. Se fue, sin darme explicación ninguna. ¿Acaso seré mala? No sé, es algo que siempre pensé, puede que sea yo la causante de todo, la que tiene la culpa porque sino no me lo pued…Algo interrumpió mis pensamientos: el sonido de la puerta al ser golpeada y la voz de mi tutor invitando a que pasase esa persona que se encontraba al otro lado. Yo, por el contario, seguí mirando hacia el suelo y de repente oí esa voz. Esa que me resultaba familiar porque hacía unos minutos que la había escuchado.

- ¡Buenos días! Disculpe, creo que llego con dos minutos o tres de retraso, tenía el reloj un poco atrasado con esto del cambio de la hora y se me había despistado todo. Mi nombre es Adam y voy a hacer su mano derecha. Soy el nuevo chico de prácticas. – Dijo con un semblante impecable, con una sonrisa de oreja a oreja y una mirada firme pero no intimidatoria.

El corazón me dio un vuelco. ¿Seré estúpida? ¿Por qué me pongo nerviosa si apenas lo conozco? Y sin saber porqué noto como mis mejillas cada vez me arden más, como si minutos antes de que él entrara sabía que yo estaba pensando en él, que estaba analizando “nuestro primer encuentro” y que, sobretodo, le estaba analizando a él. ¿Qué te está pasando Erleen? Es tu vecino, nada más. Ha coincidido que los dos trabajarais en el mismo sitio pero no pasa nada, lo sé afrontar. Por qué lo sé, ¿verdad? ¡Uf, relájate! Intenta que el día vaya bien.

Continuará...